Comentarios al ensayo "Retrato Escrito de la Corrupción" de Raúl Leis

Con la reciente desaparación física del profesor Raúl Leis, destacado personaje del desarrollo de la ciencias sociales en Panamá, activista y dedicado hombre de letras queremos hacerle un humilde homenaje publicando el siguiente texto del activista de Derechos Humanos, el jurista, Ramón Benjamín, donde destaca el análisis de una importante obra del compañero Leis "Retrato escrito de la corrupción". 

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Buenas noches a todos y todas, especialmente a los trabajadores de este hotel que nos permiten realizar este evento como debe ser.

Es para mí motivo de orgullo comentar el ensayo “Retrato Escrito de la Corrupción”, del profesor Raúl Leis, dentro de los aportes de la Fundación Friedrich Ebert al perfeccionamiento de la democracia, observando el fenómeno social de la corrupción y su acción específica sobre el sistema político como fuente de inestabilidad institucional en América Latina y específicamente, en nuestro país.

El ensayo trasciende nuestras expectativas, pues no trata la corrupción desde el tradicional prisma legalista o de la crítica a la práctica política, sino que lo observa en su complejidad, estableciendo interconexiones existentes pero no siempre evidentes con la dimensión cultural, la globalización hegemónica, la legislación electoral, entre otros.

Acierta en arrancar con un análisis amplio de la conexión entre corrupción y el sistema judicial, destacando las inconveniencias de la amplia discrecionalidad política y administrativa en los procedimientos de selección de la fuerza de trabajo, en la instrucción del delito, la interpretación de las leyes por las tribunales, alcanzando el sistema penitenciario con la imposición y cumplimiento de las penas, el desigual acceso a la tutela jurisdiccional y en general, los efectos diferenciados de la justicia sobre distintos sectores sociales.

Digo que acierta al iniciar considerando estas interdependencias de carácter negativo (o complicidades con los poderes fácticos) que condicionan los resultados y obstruyen el cumplimiento del papel posible de la administración de justicia como equilibrio de un Estado de derecho democrático, por la importancia fundamental que tiene ese papel, el cual sería posible cumplir a cabalidad si los jueces como cuerpo (destacando notables excepciones) tuvieran la capacidad intelectual y sobre todo ética de jugar un papel institucional menos modesto, por no decir mediocre.

Desde luego esto implicaría una mayor presencia social de los magistrados y una segura confrontación con los órganos que controlan nombramientos y presupuestos, pero sería un avance para la sociedad y para la institución.

Este espacio concluye con las preguntas del autor: ¿pueden las jueces ser independientes del poder que los nombra?, ¿cómo superar la corrupción?, ¿cuál es el papel de los jueces en la sociedad actual, en relación a la arbitrariedad, la delincuencia y el abuso?

Luego acierta con en la sección “Las múltiples caras de la corrupción: el pez se pudre de la cabeza hacia abajo”, cuando señala el poder económico y político como agente desencadenante de la corrupción como fenómeno social, involucrando funcionarios y particulares con el poder de influir o decidir. Enuncia y explica las modalidades de la corrupción: social, privada y pública, administrativa y política.

Presenta la realidad social y política, determinada en última instancia por la economía, generando corrupción, desigualdad y exclusiones que se refuerzan mutuamente hasta conformar un ambiente en donde como siempre, el primer valor moral es sobrevivir.

Se pregunta entonces ¿estamos condenados, a continuar viviendo en la corrupción, “a niveles que dañan y afectan seriamente al desarrollo de la sociedad, la economía y la democracia misma”?

Plantea reiteradamente en el ensayo, la necesidad de una movilización ciudadana mediante una nueva ética de la política. Acierta nuevamente, pues un problema social político no se soluciona a través de normas de derecho y en todo caso, tales normas y conductas institucionales no provendrían de los diputados que hoy hacen las normas a solicitud del ejecutivo o del dueño del partido (que es lo mismo), de los ministros que nombra el mismo, de los magistrados que también nombra y el legislativo “ratifica”, todos los cuales se controlan, investigan, juzgan y condenan mutuamente en el plano solamente de lo ideal; tampoco provendrían las soluciones de las fuerzas económicas que han estructurado el país y a sus partidos políticos como medio para acceder al gobierno dentro de una apariencia democrática y revestir de legalidad a su forma de vida: la realización de actividades económicas muy cercanas a la especulación y la corrupción. La corrupción existe porque existen corruptos, y leyes e instituciones hechas a la medida para proteger a los corruptos.

Continua el libro describiendo la corrupción en sus formas, medios, origen, interconexiones, dimensiones (menciona el abuso del poder económico y político, inexistencia o debilidad de mecanismos de control, ética permisiva).

Sobre la dimensión política del abuso del poder, trata sobre la necesidad de mecanismos de consulta y participación, el deber de organización de la sociedad, el deber de protestar y proponer, la necesidad de límites institucionales y cívicos a los marcos de excesiva discrecionalidad aprovechados por nuestros regímenes presidencialistas

En la dimensión económica hace otra interesante conexión con las normas que regulan los intercambios comerciales entre países y regiones con profundas asimetrías ayudando a agudizar desigualdades internas, y con las acciones de las empresas transnacionales “portadoras de coimas y sobornos que contribuyen a generar pobreza e inseguridad en los países, sin controles nacionales e internacionales que prevenga esta situación”.

En todo el ensayo se observa que ante una realidad social de constante deterioro, la acción social necesaria contra la corrupción requiere ética y ciencia para hacer desde su origen una política distinta. Sin pretender decir que el cambio social reside en el individuo y el posible aislamiento que podría generar ese planteamiento, es indudable el valor del compromiso subjetivo y militante con una transformación social.

Asumir que las cosas son así, hay que adaptarse, siempre han sido así, no hay forma de cambiar, la política es por esencia corrupta, el poder inevitablemente corrompe, y que por lo tanto es mejor no participar, son de las más comunes y contraproducentes actitudes y conductas en grandes sectores de la población.

El que quiere cambiar este país no puede quedarse en su casa. Las decisiones fundamentales del país se toman en los espacios políticos, aunque no nos gusten. Abandonarlo es dar cancha abierta a que siga ocurriendo lo que ocurre. La política no es ni mala ni buena en sí, es socialmente inevitable, lo "malo" o "bueno" son los medios y los fines de las prácticas políticas. Además en este país, lo que le llaman política quienes ocupan esos espacios, es politiquería, cargada de ignorancia y pereza mental. Por el contrario, hay que participar, si se quiere mejorar este país.

Lo contrario es renunciar preventivamente por "miedo a la tentación", por inseguridad en nuestras bases, por el "quizás" o el pesimismo y además justificar a priori la conducta equivocada de quien llega a un puesto de gobierno porque el "poder corrompe" lo cual no es necesariamente cierto o invariable, pues nadie se daña más de lo que ya estaba, o tenía la disposición de estar.

Al descalificar en abstracto la política y confundirla con la politiquería, cada día nos obligan y nos obligamos a la quietud, para después quejarnos de lo que otros hacen. Hay que participar, sin embargo a nadie se puede obligar, en eso sí es básica la disposición mental propia de hacer o dejar que otros hagan lo que les de la gana.

Muchas otras interconexiones son visibilizadas en el trabajo: de la corrupción con los medios de comunicación, sociedad civil, movimientos sociales, opinión pública y alianzas de actores sociales.

Aprovechando el sentido amplio que da el autor a la corrupción, y el sentido amplio del término corromper (alterar, trastocar, echar a perder, dañar, pervertir, viciar, fastidiar, incluso oler mal) quisiera aprovechar para señalar algunos ejemplos:

1. que la tierra tradicional de un pueblo sea dada en concesión a una empresa transnacional, que esta tierra concesionada sea vendida y sean desalojados los pobladores, demostrando que el empresario, la empresa (sea ganadera o hidroeléctrica), en fin: el lucro, pesa más que la dignidad humana y existencia de todo un pueblo y una cultura, como le ocurre a mis compañeros Naso, ahí está la corrupción.

2. que los mecanismos de consulta y participación en proyectos de explotación de recursos naturales se puedan realizar a 6 horas de la comunidad afectada, para que ésta si se entera, le sea lo más difícil posible llegar contando la distancia y sus escasos recursos, y si llega, tenga que contrarrestar los buses de gente que se alquila para firmar cualquier papel, como es el caso de innumerables proyectos hidroeléctricos y de minería, ahí está la corrupción.

3. utilizar antimotines, policías, corregidores, gobernadores, directores de política indigenista, diputados y ministros sólo para desalojar tierras, destruir centros comunitarios, saquear cultivos, derribar hogares, escuelas y favorecer intereses privados, ahí está la corrupción.

4. alterar planes de estudio para adaptarlo únicamente a las necesidades de mano de obra del mercado, y no para la construcción de ciudadanía, debilitando “de paso” las condiciones laborales de los docentes y por tanto, un sector social organizado, ahí está la corrupción.

Todas estas acciones han sido sistemáticamente realizadas por todos los gobiernos anteriores desde que tengo memoria, todos los anteriores y el actual gobierno.

Concluye el autor con una agenda mínima: investigación y castigo a los casos de corrupción, procesos de movilización cívica y ciudadana, auditoria social y control ciudadano, realizar diagnóstico de vulnerabilidad a la corrupción en las instituciones.

Incluye otras propuestas: reformas administrativas para reducir conflictos de interés, buscar independencia del poder judicial y reformas al sistema político.

Insistimos, creyendo que está en la línea de la obra o al menos provocados por ésta, en la necesidad urgente de ética y ciencia en la acción política, pero acción concreta porque el cuestionamiento y la palabra ayudan, pero sólo la acción transforma, y la tolerancia o indiferencia al absurdo nos convierte en peso muerto y cómplices aunque sea por omisión, adoptando tal estado como posición política.

Citando una obra de Aníbal Ponce: “hay una guerra de todos los días, de todas las horas...el menor de los actos tiene así un significado preciso. Sepamos para quien trabajamos. Cada desfallecimiento es un triunfo de los otros, cada inconsecuencia una traición”.

Gracias.

*Comentarios realizados a nombre del Colectivo Derechos Humanos-Universidad de Panamá, el 25 de febrero de 2010, en el Hotel Miramar, ciudad de Panamá,
en la presentación del libro "Retrato Escrito de la Corrupción" del profesor Raúl Leis,
evento organizado por la Fudación Friedrich Ebert.

El libro está disponible en versión digital aquí

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